¿Te imaginas vivir con solo 150 objetos? Incluyendo piezas de ropa, utensilios de cocina, aparatos, libros, muebles, tener solo 150 posesiones, ¿te suena posible? ¿Con cuántos vives actualmente? ¿De cuántas cosas podrías prescindir? ¿Cuántas cosas guardas que ya no sirven o que no has usado en los últimos 6 meses? ¿Cuántos objetos necesitas para ser feliz?
Estas son las preguntas que llevaron a una nueva generación de japoneses a optar por el minimalismo como estilo vida, demostrando que sí es posible vivir con solo 150 objetos (buenos y bellos objetos, de preferencia) y que se puede simplificar la vida abriendo los espacios que habitamos y reduciendo la cantidad de posesiones que conservamos (aquí puedes ver un reportaje de Reuters sobre el minimalismo japonés).
En mi caso, hace un par de años tomé la decisión de vivir con la menor cantidad de objetos posibles, así que me deshice de mucha ropa, libros, cuadros, discos y películas, y me propuse mantener en el mínimo el número de cosas que uso en la vida cotidiana. Esto implicó también que cada vez que compro una pieza de ropa nueva, regalo una antigua, para mantener un número estable de cosas y no comenzar a acumular, lo cual era un hábito muy instalado en mí hasta antes de hacer conciencia sobre este tema. Aquí te comparto un video de stop motion de cuando hice inventario de todas mis posesiones.
La idea de que «menos es más» nació primero como un concepto de arquitectura, propuesto por el alemán Ludwig Mies van der Roehn, uno de los pioneros de la arquitectura modernista. Su intención era organizar los elementos de un edificio para crear una sensación de simplicidad extrema, y que estos elementos sirvieran tanto una función estética como práctica.
Este concepto pronto fue trasladado a otros campos artísticos, y así surgieron corrientes como el minimalismo literario (algunas obras de Samuel Beckett entran en esta clasificación) y la música minimalista, con compositores como Michael Nyman y Philip Glass. El estonio Arvo Pärt, el compositor de música clásica vivo más interpretado en la actualidad (seguro has escuchado sus canciones en películas, sin saber que era él), tuvo una etapa minimalista que dejó piezas como Spiegel im Spiegel, donde con elementos simples elabora una obra muy bella que transmite serenidad y lleva a la reflexión.
El concepto de «menos es más» no solo se ha explorado desde las artes o como un estilo de vida, también tiene un lugar importante en los estudios del cuerpo, particularmente del sistema nervioso.
Imagina que estás bajando unas escaleras cargando un refrigerador; si alguien pone un libro encima de ese refrigerador, ¿sentirías la diferencia de peso? Cuando prendes una vela en un cuarto que ya está iluminado, ¿percibes el cambio en la luminosidad del lugar? Si estás en un concierto de rock, ¿alcanzas a escuchar el timbre de tu teléfono? Estos ejemplos tienen que ver con una ley fisiológica que explica la relación entre los estímulos y la percepción que tenemos de ellos: la ley Weber-Fechner.
La formulación matemática de esta ley puede sonar compleja para quienes somos legos en las artes numéricas, pero la idea puede resumirse así: en el sistema nervioso, la resolución de la percepción de las sensaciones disminuye cuando el estímulo es de mayor magnitud. Dicho en otras palabras: nuestra capacidad para detectar la diferencia entre la intensidad de dos estímulos (dos pesos, por ejemplo) es menor cuando se trata de estímulos muy intensos.
Es fácil distinguir entre una masa de 2 kg y una de 5 kg, pero no será tan fácil notar la diferencia entre 52 kg y 55 kg. Esto ocurre también con los sonidos: en un ambiente callado podemos escuchar claramente el sonido de un teléfono, pero esto no sucederá en medio de un concierto. Entre más intenso es el estímulo, menor es la nitidez con que lo percibimos. Entender esto nos da información muy importante respecto a cómo funciona el sistema nervioso.
Moshe Feldenkrais, quien tenía una formación científica además de ser un experto en artes marciales, conocía la ley de Weber-Fechner (que, por cierto, fueron dos personas distintas del siglo XIX) y comprendió las implicaciones que ésta tenía no solo en cómo reaccionamos ante lo que percibimos, sino también en cómo podemos aprender a partir de la identificación de pequeñas diferencias en los estímulos. De esta manera, la idea de trabajar con movimientos muy pequeños y lentos tomó forma en el Método Feldenkrais y en los sistemas de educación somática y terapia que se han desarrollado a partir de éste, como Bones for Life, LK Movimiento Inteligente, el Anat Baniel Method y el Chava Shelhav Method, entre otros.
En el minimalismo artístico se reducen los elementos de una obra para potenciar su impacto estético. La idea del «menos es más» en el cuerpo tiene que ver con la reducción en los estímulos para amplificar la percepción y así ser capaces de distinguir diferencias.
De ahí viene uno de los pilares de los métodos derivados del trabajo del Dr. Moshe Feldenkrais, algo que repetimos una y otra vez en las clases de Movimiento Inteligente: hacer los movimientos pequeños y lentos, sin acelerarnos y sin ir al límite de nuestro rango posible. De esta manera, no permitimos que la velocidad y el esfuerzo metan «ruido» en nuestra percepción, para que desde el silencio de esa calma podamos escuchar con más claridad los estímulos y los pequeños cambios que se van provocando en nuestra manera de percibir y de entender nuestras posibilidades, lo cual abre paso al aprendizaje, que es el propósito último de nuestro método.
Cuando haces levantamiento de pesas en un gimnasio, estás ejercitando los músculos para aumentar su masa, pero tu atención sedirige al esfuerzo que haces para levantar el peso, sin ser consciente de cómo estás haciéndolo, sin tener muy claro qué músculos se involucran y qué haces con tu sistema para completar esa acción: el estímulo (el peso) es de una magnitud tal, que no te permite acceder a esas sutilezas. En cambio, cuando en el contexto de una clase de Movimiento Inteligente haces el movimiento de levantar peso (sin peso y lentamente), puedes darte cuenta de cómo usas tus músculos y tu esqueleto para hacer esa acción, y desde ese espacio de percepción aumentada puedes aprender a hacer más eficientes esos movimientos, reduciendo tensiones y aumentando la eficacia de tus esfuerzos.
Al reducir nosotros mismos de manera voluntaria el estímulo (en este caso, la cantidad de movimiento) durante una clase de Movimiento Inteligente, le permitimos al sistema nervioso percibirlo mejor y aprendemos con más facilidad. Por eso en nuestras clases las acciones son suaves, lentas y con gracia, y esa es la razón por la que evitamos los estiramientos, la velocidad y el esfuerzo: para que el cerebro escuche mejor cuando le hablamos en su lenguaje: el movimiento.
Es así como el minimalismo tiene su impacto no solo en las artes y como un estilo de vida, sino como una práctica de bienestar. Menos es más no solo en lo estético, sino en lo neurológico: entre más pequeños y simples son los movimientos, más podemos aprender de ellos. Cuando nos damos la oportunidad de reducir el ruido, real o metafórico, podemos escuchar con más claridad los diálogos internos de nuestro sistema nervioso.
Y del mismo modo que los minimalistas japoneses se deshacen de las cosas que ya no les sirven o que no han usado en mucho tiempo, nosotros podríamos plantearnos: ¿Qué hábitos de postura o movimiento no me son útiles? ¿De qué patrones emocionales podría prescindir para estar mejor? ¿Qué sentimientos he ido acumulando, pero no aportan a mi crecimiento? Un buen camino para adentrarse en ese proceso es la práctica del movimiento consciente.
Este jueves 6 de agosto iniciaré una nueva serie de clases en línea. Si te interesa participar, puedes enviarme un mensaje a través del siguiente formulario: